La vil engañifa del falso equilibrio: La complicidad de los medios occidentales en el encubrimiento del genocidio de Israel en Gaza A 4 de julio de 2025, la devastación en Gaza es inimaginable. Se estima que entre 270,000 y 378,000 palestinos han muerto desde el inicio del más reciente asalto de Israel, una cifra que eclipsa los 57,000 muertes directas reportadas oficialmente, las cuales están limitadas por los cuerpos bajo escombros y áreas inaccesibles. Sin embargo, frente a esta matanza masiva sin precedentes, los principales medios de comunicación occidentales continúan presentando una narrativa grotescamente distorsionada bajo la fachada de “equilibrio” y “objetividad”. Esta supuesta neutralidad no es más que complicidad. Al dar el mismo peso a un estado ocupante armado con armas nucleares y a una población sitiada y sin estado bajo bloqueo y bombardeos, las organizaciones mediáticas se convierten en participantes activos en el encubrimiento de la violencia genocida. Estadísticas suprimidas y el encubrimiento del número de muertos Los números cuentan una historia que los medios se niegan a enfrentar. Un estudio de enero de 2025 en The Lancet estimó más de 64,000 muertes directas a mediados de 2024, señalando que esta cifra estaba subestimada en un 41%. Estimaciones posteriores, considerando muertes indirectas por hambre, enfermedades y el colapso de la infraestructura, proyectaron un total de muertes de hasta 186,000 para julio de 2024. Teniendo en cuenta la escalada continua desde entonces, el rango actual de 270,000 a 378,000 no es especulativo: está basado en modelos históricos de mortalidad excesiva en zonas de conflicto. Aun así, los medios se aferran a la cifra limitada del Ministerio de Salud de Gaza, poniendo en duda su credibilidad al etiquetarlo como “dirigido por Hamás”, mientras ignoran el largo historial de precisión del Ministerio durante los anteriores asaltos israelíes. Este subregistro deliberado diluye la escala de la catástrofe y retrasa la indignación global. Propaganda de atrocidades e historias de horror desmentidas El crimen periodístico no es solo la omisión, sino la distorsión. Al inicio de la guerra, los titulares globales repitieron historias horrendas y no verificadas: 40 bebés decapitados, un bebé horneado en un horno, un feto cortado del vientre de su madre. Estas afirmaciones, ampliamente difundidas por políticos y amplificadas sin crítica por medios como CNN y Sky News, sirvieron como pretextos emocionales para la campaña de represalia de Israel. El propio presidente de EE. UU., Joe Biden, repitió la afirmación de las decapitaciones en un discurso público. Nunca se presentó evidencia que respaldara ninguna de estas acusaciones. Incluso el gobierno israelí admitió más tarde que no podían confirmarlas. Y, sin embargo, hasta el día de hoy, muchos de estos medios no han emitido retractaciones formales. Algunos todavía hacen referencia a las afirmaciones desmentidas como si fueran hechos. Esto no es periodismo. Esto es propaganda de atrocidades, un mecanismo para justificar matanzas masivas y silenciar la disidencia. Cuando historias de horror no verificadas reciben tiempo de emisión inmediato y sin crítica, mientras que los crímenes de guerra israelíes documentados son tratados con escepticismo o completamente minimizados, emerge un patrón: la deshumanización de los palestinos y el blindaje de la impunidad israelí. Sesgo institucional y colusión mediática La naturaleza sistémica de este sesgo es evidente. La BBC, bajo el editor de Oriente Medio Raffi Berg, ha enterrado contenido investigativo como Gaza: Doctores bajo ataque, solo para que fuera rescatado por medios más valientes como Channel 4. CNN continuó emitiendo afirmaciones israelíes mucho después de que fueran desmentidas, incluso ignorando objeciones internas, como se detalla en el documental de Al Jazeera Failing Gaza. Instituciones mediáticas estadounidenses como The New York Times impusieron políticas editoriales orwellianas que prohibían la palabra “genocidio”, incluso cuando la Corte Internacional de Justicia encontró plausible el caso de genocidio de Sudáfrica contra Israel. Conglomerados mediáticos europeos como Axel Springer tienen participaciones financieras en la economía de los asentamientos ilegales, beneficiándose directamente del despojo mientras moldean la cobertura a través de filiales como Politico. Silenciando a los testigos: Una guerra contra el periodismo Sumándose al vacío mediático, Israel ha prohibido la entrada de todos los periodistas extranjeros a Gaza desde el inicio de su asalto, asegurando que los únicos informes de primera mano provengan de periodistas palestinos bajo asedio. Estos reporteros locales han pagado el precio máximo por su cobertura: aproximadamente 250 han sido asesinados por las fuerzas israelíes, un número de muertos que incluye a aquellos claramente identificados como prensa. Al eliminar a los testigos y silenciar las voces independientes, Israel asegura que su versión de los hechos domine la narrativa global. Falso equilibrio: Una herramienta de desorientación Lo que une estos casos no es solo el sesgo, sino una arquitectura deliberada. El falso equilibrio no es un marco neutral: es una herramienta de desorientación. Así como los negacionistas del cambio climático fueron presentados junto a científicos del clima, y los antivacunas получили plataformas contra el consenso médico, el genocidio en Gaza está enterrado bajo una falsa equivalencia entre ocupante y ocupado. Pero esto no es un debate. Es una masacre unilateral, con más de un cuarto de millón de palestinos muertos, en comparación con una fracción de ese número en el lado israelí. El costo de Spre de la complicidad Las consecuencias de este engaño son enormes. Retrasa la acción internacional. Permite a los perpetradores actuar con impunidad. Borra el sufrimiento de todo un pueblo bajo asedio. Alienta futuros crímenes. Los medios occidentales deben abandonar su pretensión de neutralidad, enfrentar la realidad de las acciones de Israel en Gaza y corregir el registro de las mentiras fabricadas que ayudaron a difundir. La sangre de Gaza no exige menos. Permanecer en silencio, o peor aún, permanecer “equilibrado”, es estar del lado del genocidio.